domingo, 1 de mayo de 2011


Reza el dicho popular: “Madre no hay más que una y a ti te encontré en la calle”, aunque yo no sé porque siempre me gustó decir: “Madre no hay más que una y a ti te encontré en la playa”, supongo que porque la playa me parecía algo mucho más exótico, no olvidéis que soy de Madrid y como bien dicen “Los refrescos”, aquí no hay playa.



Y además la playa y el mar albergan tesoros escondidos, en el mar hay cofres sumergidos de barcos piratas, llenos de monedas de oro y piedras preciosas, y en la playa hay conchas, piedras de formas hermosas y redondeadas y cristales de colores; el mar es algo muy especial y  misterioso, como la maternidad.
Uno de mis primeros y más ingratos recuerdos data precisamente de primeros de mayo, debía ser el año 1975 o quizá 1976,  (yo entonces apenas levantaba cuatro palmos del suelo), tenía una profesora que se llamaba Lydia, ella nos mandó una tarea, pintar un tarro de cristal para poner flores dentro, más tarde iríamos a recogerlas para ofrecérselas a la homenajeada del mes de mayo, la Virgen  María, la madre por excelencia. Así que cogí un bote de
tomate frito Solís, 
y con ayuda de mis hermanas, porque era muy chiquitina, quité la etiqueta y  pinté el fondo  de un color rojo muy vivo y en el centro dibujé un enorme y frondoso árbol verde y marrón,  me quedó precioso, muy alegre y colorido.
Pero… no os podéis imaginar cual fue mi disgusto cuando muy ilusionada le enseñé mi trabajo a mi seño, (es que entonces a nuestras profesoras las llamábamos así, seños o señoritas, aunque tuviesen 60 años, estuviesen requetecasadas  y algunas fuesen incluso no madres, sino abuelas), y mi adorada señorita Lydia, (que por cierto, ella sí que era joven), al ver aquello  empezó a ponerse primero lívida, luego roja, muy roja, completamente roja  de irá.
Y entonces me gritó:

 "El rojo es el color del demonio",

y me dijo que como se me ocurría pintar algo así ,

para la dulce y pura María,
y lo peor de todo es que tuve que repetir el trabajo, esta vez debería usar el azul celeste, el blanco y el rosa pastel, ¡menuda cursi redomada!. Evidentemente me puse a llorar como una desconsolada y decidí que el rojo sería desde entonces mi color favorito, (a día de hoy aún lo sigue siendo).
Ahora caigo en la cuenta de que, aunque no precisamente por su físico, mi profesora, la señorita Lydia se parecía bastante a

la Señorita Rotenmeyer.
Para los que no sepáis de quién os estoy hablando os dejo este vídeo, para que os hagáis una pequeña idea.



El nombre de Lydia quedó escondido en un oscuro rincón de mi mente y no volví a recordarlo hasta treinta años más tarde, cuando ese mismo nombre se cruzó en mi  vida relacionado con otra persona de autoridad, mi jefa, la diseñadora de moda Lydia Delgado, pero esta es otra historia.
Y hablando de cursilería...

yo me pregunto: ¿hay algo en el mundo más cursi que el día de  la madre?.
El día de la madre en muchos casos no es más que algo cómodo e hipócrita, las flores, los regalos y los te quieros de una vez al año y luego no hago nada para facilitarte la vida en el día a día.


Y es que la maternidad según nos la han vendido es cursi, muy cursi, todo eso de que ser madre es lo más bonito del mundo y que una mujer sin hijos es como un jardín sin flores me parece una auténtica patraña y una estupidez. Tener hijos es una decisión  que ha de ser tomada entre dos personas, (a no ser que desees ser madre soltera), es un proyecto de futuro y también un hecho que acarrea mucha responsabilidad y no siempre estamos preparados para afrontarlo y para acometerlo correctamente.Un hijo tiene que ser educado, no malcriado, un hijo es una persona ajena a nosotros, no una extensión nuestra, le  pese a quién le pese, no es alguien destinado a hacer lo que nosotros queramos de él o lo que en su día no pudimos hacer. Por eso ser madre para mí es una opción tan válida como no serlo, no hay que poner a las madres en un altar, porque las hay buenas y malas,
 (sino acordaros de la película Psicosis), 
y  yo conozco a más de una en la realidad que por celos, por  inconsciencia  o inestabilidad mental también han sido unas malas pécoras con sus hijas, y luego están las otras, la gran mayoría, que han tomado el papel de sufridoras y han tirado sus vidas por la ventana y acaban por  echar sobre sus hijos  toda su rabia y su frustración acumulada,  pero,

¡ojo!, 
que yo no digo que estas pobres mujeres tengan la culpa de nada, bastante tienen con la que les ha caido encima, la culpa como la mayoría de las veces la tiene la religión y la incultura y la poca educación, o peor aún una educación errónea y una sociedad equivocada que a mucha gente le cuesta esquivar porque no tiene los medios o la capacidad suficiente para  hacerlo.
Mi madre es una de las sufridoras. De niña la adoraba, yo era muy muy tímida y  pasé mucho tiempo escondiéndome literalmente detrás de su falda, ella era muy cariñosa y protectora conmigo, pero luego cuando fui más mayor me daba pánico, porque gritaba mucho y tenía muy mal humor, y cuando me enfadaba con ella, le llamaba por lo bajini señora con el pelo de rulos o Pérez Gil,

que era el nombre de un caracol que salía en Barrio Sésamo y al que en realidad todos los niños llamábamos perejil. 
Mis padres pertenecen a lo que yo llamo la generación

sándwich, 
ya que ellos han vivido lo malo de dos épocas, se han sacrificado por sus padres y por sus hijos, con sus padres eran muy respetuosos, les llamaban de usted  y tuvieron que trabajar desde muy jóvenes y aportar dinero a casa ya que hacía mucha falta, (era la época de la postguerra), les tenían que dar todo el jornal de su trabajo y luego ellos les daban una pequeña paga de ese dinero para algunos gastos, era una época en la que se vivía muy austeramente, así que se llevaron la peor parte de los dos lados, por parte de sus padres  y por parte de sus hijos, que hemos sido muchas veces vagos, mimados y hemos pensado que lo merecíamos todo por el simplemente de haber nacido, de ser hijos, ¡difícil vida  la suya!.
A día de hoy pienso que lo hicieron lo mejor que supieron y pudieron.
Me gusta recordar a mi madre cantando coplas con esa voz tan bonita y aquellos gorgoritos que me hacían reír tanto, porque ella todo lo cantaba así, cuando era adolescente le hacía aprenderse canciones de los Hombres G para que las cantara de esa manera y mi hermana pequeña y yo nos reíamos, ahora que lo recuerdo era un bichejo, le decía que era redonda porque tenía barriguita y cuando era muy pequeñita y me cogía en brazos le preguntaba porque tenía rayas en la frente, ¡ay!, sinceramente me hubiese gustado que hubiese tenido una vida mejor.

Esta era una de sus canciones favoritas.


Y como bien vamos viendo madre hay más de una, y la hay para todos los gustos y de todos los colores, aunque  cada uno tiene la que le ha tocado y a eso tenemos que atenernos, pues nuestra familia, así  como nuestro entorno, la época en la  que nacemos o nuestras capacidades son las cartas con las que tenemos que empezar a jugar en este juego que es la vida. Y a mí, en una de las manos de la partida del juego de la vida también me tocó la carta de la maternidad, y decidí quedarme con ella y me convertí en una madre demasiado joven e inmadura, lo que evidentemente me ha hecho cometer muchos errores, lo cuál siento en el alma y en varias ocasiones le he pedido disculpas a mi hija por ello, y por todos los sufrimientos que le he podido causar, y es que ser madre no es fácil. Al principio mi niña para mí era algo así como mi muñequita, me gustaba mucho vestirla, comprar ropa para ella, recuerdo que solía llevarla muy ye-ye, con vestidos marrones o granates muy cortos o con leotardos de lana y jerseys de cuello alto, e incluso le hice algún vestidito, recuerdo uno muy cortito con flores que hice con una antigua camisa enorme de señora que compré en el Rastro por cien pesetillas.

Yo era pelirroja, ella morenita y con el pelo rizado, éramos la mismísima estampa del cuadro de Gustav Klimt.
Ver a un hijo nacer de dentro de tus entrañas es magia, pura magia, una de las sensaciones más asombrosas e impactantes que una persona puede vivir, pero eso es sólo el principio de una gran aventura, no olvidemos que lo que acabamos de traer al mundo es una persona, y las personas son al mismo tiempo algo muy fuerte y también muy frágil.
No se me va de la cabeza la idea de que ser padres debería ser algo mucho más controlado, sí, ya sé que es una idea muy nazi, pero al igual que para adoptar niños, para desarrollar una profesión, o para conducir un vehículo hay que tener una preparación, también debería tenerse para ser padres, porque tanta facilidad para procrear está llevando al mundo a la deriva,  sino echarle un vistazo al tráiler de la  película “Idiocracia”, de Mike Judge, y es que follar lo sabe hacer el más tonto de los tontos, pero educar a un hijo y hacerlo bien, es muy pero que  muy complicado.



Por eso también me gustaría deciros a vosotras que sentís el reloj biológico, que no presionéis a vuestas parejas, que no les pongáis entre la espada y la pared, que respetéis su decisión si no quieren ser padres, a nadie se le puede abligar a dar ese paso si no lo desea o no se siente preparado.

Ufff, esta entrada me ha dejado muy pero que muy triste, quizá porque hablo de cosas muy duras y muy personales, así que para cambiar mi estado de ánimo y de paso el vuestro os dejo con una canción que solía cantar cuando estaba embarazada.



Besos y que seáis unos padres estupendos, si es que es lo que verdaderamente deseáis.



4 comentarios:

Francisco Negrete Mendoza dijo...

Con un par de coj, digo ova, digo...
Desnudar el alma no siempre es fácil pero sí necesario. Así te conoces más a ti misma, y los que te queremos y te rodeamos nos acercamos a ti un poco más.

Feliz día, Estrella.
Te quiero.

Estrella Checa. dijo...

Yo también, bonito y a mi madre y a mi hija, que nadie se vaya a pensar lo contrario. Hoy me levanté con una necesidad imperiante de escribir acerca de todo esto y de gritarle al mundo que no sea tan cursi, por favor.

Javier Divisa dijo...

La he recibido por mail, y ya la había leído. Me parece un post muy de eso que falta tanto en estos días, el sentido común, y está genial.

Estrella Checa. dijo...

Muchas gracias, Javier. Si, el sentido común está en decadencia y así nos va.

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