sábado, 3 de julio de 2010

Dicen que atraemos a nuestras vidas aquello en lo que pensamos. Doy fe de que a veces es así.
Esto viene a colación del anterior post, en el  que os hablaba de Miquel Fuster, pues bien, caminando por Madrid tuve un extraño encuentro con un vagabundo. 
Aquí os dejo un breve relato basado en esta experiencia. Espero que lo disfrutéis.



El pasado miércoles quedé para  hacer terapia y tomarme unas cañas con una amiga y cuando regresaba a casa andando, ya que aunque sólo eran las doce y media, en Madrid llevabamos dos días de huelga de metro y a esa hora ya no hay autobuses. Pues eso, que caminaba yo por la calle Génova, más o menos a la altura de la sede del PP, pero por la acera de enfrente, (siempre intento evitar pasar por delante porque ya sabéis lo que dicen, que todo se pega menos la hermosura), cuando un hombre de unos cuarenta años de edad que vestía una gabardina negra, (a pesar del agobiante calor que desprendían las aceras), barba canosa, piel morena y mugrienta y un suave hedor se me acercó.


Desde niña me pierden los hombres con gabardina, entonces vivía enamorada de mi padre y de Humphrey Bogart.




El hombre se presentó ante mí como Alfonso, nombre que siempre me ha parecido de alta alcurnia, y me dijo que le gustaría acompañarme a casa ya que no tenía en ese momento ninguna otra cosa que hacer. Yo accedí, le dije que me llamaba Estrella y conversamos un rato, le pregunté por qué zona vivía y él me dijo que en Tirso de Molina, le pregunté que en que trabajaba y me dijo que era informático y que tenía una pequeña empresa dedicada a ese sector, asi que mi siguiente cuestión fue  si no trabajaba al día siguiente, a lo que me contestó que no, porque estaba de vacaciones y yo le comenté que si no se iba a pasar unos días a la playa, a lo que él me replicó que no porque le encantaba disfrutar de las calles de Madrid cuando tenía unos días libres. Seguimos caminando sin mediar palabra, él llevaba todo el rato sus profundos ojos azules clavados en mí y cuando le miraba me sonreía con una mueca tal que su boca era una raya horizontal llena de dientes, alagué su sonrisa y seguimos nuestro camino. 

Atravesábamos la Plaza de Colón y la gente con la que nos cruzábamos nos miraba sorprendidos, hacíamos una extraña pareja, yo con mi pelo largo y negro, mis shorts estilo pin up azul marino con pajaritos blancos, imitación Miu Miu y comprados en Blanco en las rebajas por 11 eurillos y mis zapatos rojos de tacón, él con su ropa sucia y el pelo y la barba descuidados, eso si, me encantaba su manera de caminar, con los  brazos muy abiertos, parecía que aleteaba, iba muy estirado, como diciendo, ¡aquí estoy yo!, parecía tan feliz...




Llegando a la calle Goya, Alfonso me expresó su deseo de vernos en otra ocasión ya que  le gustaría conocerme mejor, yo estaba exhausta porque debido a la huelguecita llevaba dos días andando una media de 160 minutos al día, asi que decidí coger un taxi, él insistíó en que estabamos bien así, caminando, y yo acepté a que me acompañara un trecho más 
cuando...
de repente...
unos chicos a mi espalda gritaron: "Inés", entonces me volví ciento ochenta grados en una micromilésima de segundo y les planté dos besos a cada uno.




Alfonso siguió caminando.



Llegué a casa en taxi, triste y muy avergonzada por mi comportamiento, por mi carencia de sensibilidad, mi miedo, y sobretodo por haberles dado la razón a los que ven el peligro en lo diferente, pero también con la certeza de que,  por unos minutos,  había logrado que en la existencia de esa persona brillase  un rayito de ilusión, aunque solo fuese un espejismo.
Y a continuación en mi cabeza  comenzó a sonar la siguiente canción.



Y con ella os dejo, no sin antes desearos una existencia llena de momentos mágicos como el que tuve el privilegio de vivir  caminando por las calles de mi amado Madrid el 1 de Julio del 2010.

Eso es to eso es to, eso es todo amigos, 

Hasta la próxima.

2 comentarios:

Francisco Negrete Mendoza dijo...

¿Inés?

Estrella Checa. dijo...

Si,querían salvarme de las garras de un perturbado, según ellos claro ,y se les ocurrió ese nombre como se les podía haber ocurrido otro cualquiera y yo inexplicablemente y sin pensarlo aproveché la coyuntura para zafarme de él.

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